En medio de la actual campaña presidencial de Donald Trump, un tema inesperado ha surgido en los debates: La Purga, una película distópica estrenada en 2013, ha sido mencionada repetidamente tras un polémico discurso del expresidente en Pensilvania. Aunque sus palabras fueron una crítica a la “permisividad” de la izquierda con respecto a la delincuencia, muchos han relacionado sus comentarios con la trama de la película, que plantea un escenario donde, durante 12 horas, todo crimen, incluyendo el asesinato, es legal. Dirigida por James DeMonaco y protagonizada por Ethan Hawke y Lena Headey, La Purga se sitúa en un futuro distópico de Estados Unidos, donde un gobierno totalitario ha establecido una ley que permite, una vez al año, que los ciudadanos cometan cualquier delito sin enfrentar consecuencias legales. La premisa detrás de esta “purga” es que, al permitir a las personas desahogar su violencia durante esas 12 horas, se reduce la criminalidad el resto del año. Este sistema se vende en la película como una forma de mantener el orden social y económico, pero también expone las profundas desigualdades sociales, donde los ricos pueden protegerse detrás de sistemas de seguridad, mientras que los pobres quedan a merced de la violencia. La película, aunque recibió críticas mixtas tras su estreno, ha ganado estatus de culto y ha dado lugar a una exitosa franquicia de secuelas y una serie de televisión. Pero lo que la hace particularmente relevante hoy es cómo su trama ha sido utilizada para interpretar los comentarios recientes de Trump sobre el crimen en Estados Unidos. Durante su discurso en Erie, Pensilvania, Donald Trump hizo un llamamiento a la acción más dura contra el crimen, señalando que a la policía no se le permite hacer su trabajo debido a las restricciones impuestas por la “izquierda liberal”. En un momento clave de su intervención, Trump afirmó: “Si tuviéramos un día realmente violento, una hora realmente dura... se correría la voz y se acabaría de inmediato”. Esta declaración, para muchos, evocó inmediatamente la trama de La Purga, donde un periodo breve de violencia es visto como la solución a los problemas de criminalidad. Aunque Trump no mencionó explícitamente la película, la comparación fue inevitable, y pronto las redes sociales y algunos medios de comunicación empezaron a vincular su discurso con la película distópica. Los críticos de Trump argumentaron que sus palabras parecían sugerir una forma de “purga” en la vida real, una solución drástica y violenta para controlar el crimen. Tras el revuelo mediático, la campaña de Trump salió rápidamente a aclarar sus comentarios. Steven Cheung, director de comunicaciones de la campaña, afirmó que el expresidente no estaba proponiendo una jornada de violencia como en la película, sino que sus palabras fueron malinterpretadas. Según Cheung, Trump “siempre ha sido un defensor de la ley y el orden” y lo que realmente pretendía era resaltar la necesidad de una acción más enérgica por parte de las fuerzas del orden. Lea: Ángela Aguilar rompe el silencio tras la polémica canción de Pepe Aguilar: ¿defendió a Christian Nodal? Sin embargo, la comparación entre el discurso de Trump y La Purga continuó ganando fuerza, especialmente en las plataformas digitales, donde el concepto de la película ha resonado entre quienes critican lo que consideran la retórica extrema del expresidente. Lo que hace que La Purga sea más que una simple película de terror es su capacidad para reflejar problemas reales de la sociedad estadounidense. A lo largo de la saga, se exploran temas como la violencia, el acceso a las armas, la brutalidad policial y las desigualdades económicas. En un mundo donde los más ricos pueden permitirse sistemas de seguridad avanzados y los más pobres son los que sufren las peores consecuencias de la violencia, la película se convierte en una crítica mordaz de las políticas que priorizan el control violento sobre la justicia social. En el contexto del discurso de Trump, las comparaciones con La Purga son especialmente relevantes porque la película aborda, de manera indirecta, las mismas preocupaciones sobre el uso de la fuerza y el control del crimen que están en el centro del debate político actual. Si bien la película muestra un escenario extremo y ficticio, la discusión sobre hasta qué punto es aceptable usar la violencia como herramienta de control no es nueva en la política estadounidense. Le puede interesar: Shakira enciende las redes con revelador video: ¿qué países visitará en Latinoamérica? Más allá de su premisa de terror, La Purga ha resonado entre los espectadores por su representación de las tensiones sociales que, aunque exageradas en la película, reflejan preocupaciones reales sobre la violencia, la desigualdad y el poder. En un país donde los debates sobre el control de armas, la brutalidad policial y la justicia racial son constantes, La Purga ofrece una especie de espejo oscuro de lo que podría suceder si estas tensiones no se resuelven. La saga ha continuado con secuelas como The Purge: Anarchy (2014), The Purge: Election Year (2016), The First Purge (2018) y The Forever Purge (2021), todas ellas explorando variaciones del mismo concepto de violencia controlada como una forma de mantener el orden. A medida que estas películas han seguido expandiendo su universo, también han profundizado en temas como la manipulación política, el racismo sistémico y la explotación económica. Uno de los aspectos más interesantes de La Purga es cómo ha sido utilizada en el discurso político, especialmente en momentos de gran polarización. La tercera entrega, The Purge: Election Year, se lanzó durante la campaña presidencial de 2016, en la que Donald Trump fue elegido presidente. La película, que sigue una trama de intriga política en torno a la purga anual, se vio en su momento como una crítica a la retórica extremista que emergía durante las elecciones. Ahora, en el contexto de las elecciones de 2024, La Purga ha vuelto al centro de la discusión política, pero esta vez como una comparación directa con las propuestas de uno de los candidatos. Aunque la campaña de Trump ha negado cualquier vínculo intencionado con la película, el hecho de que se siga mencionando en los debates subraya el poder de la cultura popular para influir en la política y viceversa.