Título de traveler.es - 23/07/2024 16:30:33

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Estancia Colomé: la bodega más antigua de Argentina, un museo …

Disfrutar de una experiencia enoturística inolvidable en Estancia Colomé, rodeado de vistas panorámicas que quitan el aliento. Un espacio que evoca una escena tan vívida y mágica como un sueño del que no puedes olvidar. Pero aquí, no solo lo imaginas, lo vives con todos sus sentidos: colores, texturas y aromas específicos afloran hasta su máxima expresión en perfecta simbiosis con la cultura local. Cada copa de vino no solo es reflejo de la excelencia en su materia prima, sino que también muestra la belleza natural y la rica herencia que define la región. Este enclave no se encuentra en California o Burdeos, sino en un (no tan pequeño) lugar situado en la provincia de Salta, Argentina. Un espacio donde las historias de sus pueblos se funden perfectamente con la grandeza de sus paisajes, una serenidad única a 2.300 metros sobre el nivel del mar, de la que inevitablemente querrás formar parte. La travesía Rodeados de matorrales que mutan de tonos verdes a tierra durante las distintas temporadas del año, el tramo de 200 kilómetros de Salta Capital a Estancia Colomé es una aventura en sí. Minutos después de despedirnos de la ciudad nos adentramos en este recorrido sorprendente; pasando por sus sinuosos caminos cuesta arriba hacia los valles calchaquíes, se puede apreciar la inmensidad de las montañas, que se revelan de manera escalonada en cada curva y reflejan en sus rincones una postal perfecta. Los colores abundan en estas tierras, pasando por los cobre, rojizos, violetas y crudos. Cada gama un recordatorio de la riqueza de sus ecosistemas y los microclimas variantes a lo largo del norte argentino: la puna, los bosques subtropicales, los pastizales de altura y vegetación de alta montaña, envueltos en un espacio tan singular como deslumbrante. Y no hay nada mejor que una perspectiva auténtica de esta travesía de cuatro horas y media, que explica la vida en el norte de la Argentina, a través de un relato continuo de estancieros y personalidades ilustres, con sus parajes naturales como telón de fondo. Una narración apasionante contada por el representante salteño de la bodega Colomé, Raúl Goytia. Pasando por ripio y asfalto subyace un trayecto rodeado de naturaleza combinada con la intervención de manos humanas. Fincas, campos de soja, maíz, viñedos, y espacios verdes colmados de vacas y caballos, un entretejido de narrativas familiares que remontan siglos en el país y que quedaron enraizadas en productos de exportación y consumo nacional, actividades que mantienen vivo el proceso productivo y la tradición agropecuaria argentina. Volviendo a la naturaleza (y siempre volveremos a ella en este viaje); cruzamos por el imponente Parque Nacional Los Cardones, donde el viento susurra leyendas heroicas de sus gauchos, caudillos y peones; cóndores en el cielo desplegando sus alas de más de tres metros, zorros apacibles en algunas esquinas del camino y guanacos que embellecen el panorama, pero con el protagonismo indiscutido de esta especie de cactus autóctono que alcanza los doce metros de altura. Colomé: una historia vitivinícola Casi entre nubes, envueltos en lavandas, montañas y viñedos, se encuentra la bodega en funcionamiento más antigua de la Argentina. La quietud del lugar contrasta con sus múltiples ofertas, exclusivas a un máximo de 18 personas para alojarse en su hotel boutique. Sin embargo, el origen no radica en la hospitalidad, sino en el uso exclusivo para la explotación vitivinícola y agraria. La historia de la estancia se remonta doscientos años atrás, en 1831, tras ser fundada por el último gobernador realista de la Provincia de Salta, Don Nicolás Severo de Isasmendi. En 1857, su hija Ascensión, trajo a Colomé la primera cepa de uvas de procedencia francesa –una variedad de pre-filoxeras Malbec y Cabarnet Sauvignon– haciendo que de esta manera, la familia Isasmendi-Dávalos monte aquí sus primeros viñedos. Rastros intactos de su historia prevalecen, en una pequeña bodega que hoy en día funciona como museo para sus visitantes. Durante seis generaciones su estancia quedó en manos de los Dávalos, pasando últimamente a ser comprada por el empresario Donald Hess en 2001. En palabras de los locales, "hubo un intercambio entre la familia Hess y la Comunidad de Colomé, llegando a crearse una escuela, un hospital, una iglesia y un centro comunitario destinado a las 450 personas que viven en la zona". Ese cambio llevó consigo a la expansión de la bodega hacia otras altitudes, una que refleja el alma de los Valles Calchaquíes y de su gente. Un viaje a través de los sentidos En esta zona se respira, se piensa y se vive el vino. Julián, nuestro guía y sommelier, nos llevó hacia un viaje enológico a partir de las uvas de la bodega. Pasando por la cepa blanca, con una frescura y acidez propia del Estate Torrontés, hacia el emblema argentino Estate Malbec. Culmina así en el Cabernet Sauvignon, una cepa de las más antiguas, datando a los más de cien años; refleja los únicos y distintos blends de altura que deleitan al paladar para todos los enófilos. No obstante, sin duda, su paso por Colomé transforma incluso a los menos asiduos de la bebida, ejemplo mismo yace en el sommelier: “Cuando era pequeño no me gustaba el vino (…), después terminé enamorándome de él. Y no solo por el sabor. En este lugar me di cuenta que el vino es más que el vino en sí. La historia que cuenta. El trabajo detrás de ello”, comenta. El elixir de cada botella se sustrae por “la sacudida de las uvas”; una ruta de sus respectivos viñedos que se realiza exclusivamente en automóvil atravesando los valles y que confluyen en la bodega actual, a unos metros del Museo de Turrell. El clima y su altitud generan exquisitas particularidades; los rayos UV al impactar más fuertemente en las uvas, provocan una mayor concentración de taninos, más azúcar, y más graduación alcohólica. Once variedades distintas, cuatro viñedos en alturas diferentes y una pasión palpable por la viticultura. Con su marca Altura Máxima Estate Malbec, a 3111 metros sobre el nivel del mar, Colomé se enorgullece de ser el segundo viñedo más alto de mundo, y el primer vino que se comercializa con más altura. Comer en Estancias Colomé La esencia de Colomé traza su línea del buen comer y beber relacionándolo con la responsabilidad hacia el medio ambiente. Inspirándose siempre en el entorno de su lugar, nuestra anfitriona, Constanza Bearzi, comenta: “utilizamos productos de estacionalidad, comida regional que en verano es perfecto porque la materia prima, al estar en un clima seco, crece rápido y sin problemas”. Todos sus productos; desde la carne hasta las frutas, vegetales y hierbas, se sitúan en sus granjas y huertas agroecológicas. Así nos deleitamos con opciones culinarias grandiosas, una huella propia que lleva toda la provincia: empanadas de carne salteñas (cortadas a cuchillo, un emblema en el país) con yasgua, tomate rallado y ají picante que es el perfecto compañero de esta delicia del norte. Estofado de llama, ojo de bife en reducción de Malbec, tamales o humita, helado de cedrón y por supuesto, el postre típico de la región: quesillo con miel de caña. Cada plato está pensado para que un especialista seleccione un vino que lo acompañe en su balance a la perfección. Lotes varietales, opciones exclusivas que únicamente pueden encontrarse en pocas vinotecas de Argentina: “Hacemos énfasis en las cuatro altitudes que poseemos en los viñedos. No pasa por el tipo de uva sino por la vida misma que yace en el suelo, en el terreno. Algo que modifica completamente el vino”, cuenta Constanza a Condé Nast Traveler. Una escapada hacia los sentidos La tranquilidad del entorno provoca que los sentidos se expandan de alguna manera, y en la multitud de servicios se aprovecha esta reacción al máximo. Con un museo de luces, la opción de hacer una cabalgata a caballo, una cancha de bochas (un deporte tradicional de origen italiano) y una piscina situada perfectamente para dejarte sin aliento donde mires, es imposible no sumirse en la serenidad de un fin de semana en este enclave. La arquitectura del lugar, al igual que sus habitaciones de estilo neocolonial español, emplea materiales autóctonos y estilos tradicionales del norte para crear una atmósfera acogedora que habilita un descanso continuo, con vistas maravillosas y balcones de ensueño. Y si de exploración de los sentidos hablamos, su museo se enorgullece de llevar la medalla de oro. Donald Hess, un ávido coleccionista, creó este museo (el primero en el mundo sobre este artista), en el año 2009 como regalo y gesto de admiración al artista de la luz, James Turrell. Ante el panorama, el clima desértico, y los cardones, lo consideró el lugar perfecto para rendirle homenaje, recordándole el autor a su Arizona, lugar donde trabajó por más de treinta años. Ver Fotos: Salta en 11 paradas imprescindibles, vino, gastronomía y vistas Recorriendo pasillos, habitaciones compuestas por distintos juegos de luces que, según la perspectiva y las particularidades de la retina, se aprecian de un modo distinto. En el Museo de James Turrell se alcanza un estado meditativo inimaginable, una experiencia inmersiva que únicamente se puede realizar en el atardecer. Y nada mejor que contemplarlo en este entorno solitario, sin móviles ni prisas. Allí, el sentido espacial se difumina creando ilusiones ópticas, generando algo más allá que trucos de la mente. Un reflejo de colores, sin horizontes, que se siente lo que es convivir sin gravedad; conceptos matemáticos y físicos que Turrell adoptó que se traducen perfectamente en la vida real: sentirse adentrado en el color más puro, perder –levemente– el sentido de orientación, ver objetos planos que en realidad tienen una profundidad inmensa. Una experiencia de la que los menores de 16 años no pueden ser partícipes al no saber sus efectos psicológicos ante tales estímulos. La última obra del recorrido es Unseen Blue (2002), que nos abre a la meditación y reflexión, una experiencia de cuarto de hora observando una parte del horizonte andino a la par de, por supuesto, sus proyecciones lumínicas de ensueño. Y sí, se siente como un sueño. Comparte Turrell en una de sus entrevistas: “La luz en sí misma se muestra como una revelación”. Colomé está lleno de ella. Ver más artículos 48 horas en Buenos Aires. Ruta 40, una aventura legendaria por las venas de Argentina Enoturismo a caballo por la Ribera del Duero SUSCRÍBETE AQUÍ a nuestra newsletter y recibe todas las novedades de Condé Nast Traveler #YoSoyTraveler

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