Un pequeño monje que practica la compasión no debería ser ninguna amenaza para el Partido Comunista Chino, que maneja los hilos de la superpotencia de 1400 millones de personas.
Pero la silueta de este religioso de sonrisa inalterable se agigantó esta semana y sacó de quicio a los mandamases de Pekín, exasperados por la tenacidad de un hombre de buenas maneras que se atreve a desafiarlos como nadie..