Valentín Quiroga miró a su alrededor y luego posó su mirada en la de los ojos de su esposa, Sofía.
Sí, a ella le pasaba lo mismo, estaba tan fascinada como él con los paisajes que los rodeaban.
Pero no se trataba únicamente de las postales salpicadas de art deco, palmeras y luces de neón, no, era también el aroma en el aire -mezcla de mar, arena y frutos tropicales-, los sonidos animados y la densa humedad.
Todo, absolutamente todo, creaba ante ellos una atmósfera vibrante que los envolvió por completo y conquistó de inmediato.
Para ellos, ver y sentir Miami por primera vez se transformó en una experiencia inolvidable..