Era vendedor ambulante. Fundó un imperio cuando inventó algo “barato de producir, que todos necesiten y que se deseche rápidamente”Por Constanza Bengochea
Antes de que las maquinas de afeitar llegaran a los negocios, el rasurado era una labor exclusiva de los barberos. Casi como cirujanos del estilo, los barberos manejaban sus afiladas navajas con destreza y precisión. Pero algo cambió a mediados del siglo XIX: el afeitado dejó de ser un lujo y las primeras rasuradoras llegaron a los hogares. En 1870, en Nueva York, los hermanos Kampfe presentaron una innovadora máquina de afeitar que fue el inicio de una nueva era en el cuidado personal. Sin embargo, eran afeitadoras grandes y pesadas, tan costosas que se afilaban una y otra vez para obtener el mayor rendimiento.