“Cuando la vi, no la reconocí.
No me di cuenta de que era ella.
¡La habían torturado!”.
Milva Morales está destrozada y le cuesta hilvanar palabras para describir la peor escena que le tocó vivir en su vida: Gorda, su perra de poco más de dos años, estaba tendida en el suelo, sangrando, llena de tierra.
Había estado enterrada hasta el cuello y ahora apenas podía respirar.
Tenía la lengua afuera, de color casi violeta, la mirada desesperada y completamente perdida.
Como podía, tomaba pequeñas bocanadas de aire, pero no fue suficiente.
Necesitaba asistencia médica urgente para que revisara sus heridas en el cuello cortado y su cuerpo tan maltratado..