Acaso algunos, por incredulidad o egolatría todavía no puedan o no quieran ver la realidad de un fenómeno que atraviesa las entrañas del ajedrez argentino.
Un niño de 11 años, Faustino Oro, de poco más de 1,50 metro de estatura, de rostro ovalado, que usa gafas de color, y que sentado frente al tablero es capaz soltar incontables muecas y ademanes acompañados por una mirada de asombro permanente despierta el cariño y el interés de un público que se amontona para verlo, saludarlo y aplaudirlo.
Se desató la Faustimanía y puso en jaque todo lo que hasta ahora era conocido..