Cuando el doctor Durand falleció, se hizo lo que en vida hubiera sido impensable: revisaron sus pertenencias en su casa de Lavalle 919, de la ciudad de Buenos Aires.
En el ropero de la habitación de ese médico que los medios de la época se referían como de “un carácter singular”, hallaron la friolera de un millón de pesos.
Desconfiado de los bancos, junto a la montaña de billetes ahorrados, había una nota: “Economías de toda mi vida para construir un hospital”..