Mientras sobre el escenario montado sobre el césped los futbolistas de Talleres y River recibían uno a uno las medallas de campeón y subcampeón de la Supercopa Internacional, Marcelo Gallardo permaneció de pie, a un costado, con la mirada perdida, tal vez repasando jugada a jugada de los chatos 120 minutos de la final, las chances dilapidadas en los penales pese a las dos atajadas de Franco Armani, el mal momento futbolístico de su plantel.