La condena de Cristina Fernández de Kirchner por parte de una Corte Suprema reducida y desprestigiada marca un punto de quiebre institucional.
En un contexto de democracia degradada, el fallo refuerza el avance de un régimen donde el poder económico impone su voluntad sobre las reglas del juego, alimentando la desafección ciudadana y consolidando el experimento autoritario de Javier Milei..