Para una selección argentina que había alcanzado una inmejorable comunión entre cuerpo técnico y jugadores, hay que hacer muchos méritos para que la conducción acepte romper ese vínculo de fidelidad. Lesiones, ausencias, algún enojo, cambiaron algunas formas de pensar de Lionel Scaloni. Y convocó para el Mundial a un jugador que debutó hace apenas 54 días en la selección. Lo de Thiago Almada fue, sin duda, la convocatoria más sorpresiva dentro de un equipo que, de tan sólido y armado, da muy poco lugar para el asombro.