Apenas conocido el anuncio del paro general de la CGT del próximo 9 de mayo, en Casa Rosada lo consideraron “perfectamente legítimo”. El primer frío del otoño asomaba en el Patio de las Palmeras cuando un hombre del corazón de la administración libertaria justificó: “el sindicalismo tiene que representar a los trabajadores”. La medida de fuerza, la segunda de la Central en los cuatro meses de gestión de Javier Milei, no sorprendió, ni indignó, en la sede de Gobierno que lejos de la confrontación eligió priorizar el diálogo que empezó a construir oficialmente con los líderes sindicales apenas menos de 24 horas antes del anuncio. Lejos de broncas o críticas públicas pusieron la mira en el objetivo mayor y a largo plazo: el vínculo con la CGT, en una relación que saben que no está, ni estará exenta de tensiones, como las que generan las faltas de homolagaciones de acuerdos paritarios o una posible reforma laboral cuando haya otro contexto parlamentario. “El tema es tener una relación, que hasta ahora no la tuvimos”, admiten.