Sebastián llegó a la parada de la línea 620 cinco minutos antes de que llegara el interno conducido por Daniel Barrientos. Tenía que ir desde Virrey del Pino, en La Matanza, hacia la ciudad de Buenos Aires. Trabaja para una empresa que limpia tanques de agua. No era el único. A su lado estaba su vecino y oficial de la Policía de la Ciudad Carlos Bellido. Ambos subieron al colectivo y se sentaron en los asientos de la parte trasera. A las pocas cuadras, dos jóvenes que estaban parados en una esquina hicieron señas y también subieron al micro. Pero no eran pasajeros. Eran ladrones y gritaron: “¡Están robados, están robados!, ¡Entreguen los celulares y los bolsos!”. Pocos segundos después, uno de ellos ejecutaría de un tiro en el pecho al chofer de la unidad.