Hace ya un buen tiempo que uno de los mitos ordenadores de la política moderna entró en crisis. Lo que nadie se anima a fijar es la nueva fecha de caducidad de la luna de miel de los gobiernos inaugurales con la sociedad (la que los votó y la que no los votó). Se trata de un tiempo idílico, en que la pasión es ciega a los defectos y el arrobamiento invisibiliza urgencias y necesidades.