La hipocresía les sienta bien a ciertos dirigentes políticos. Edgardo Kueider, que fue senador hasta que se conocieron sus fechorías, es solo un ejemplo del fingimiento generalizado de la dirigencia. La presencia de Javier Milei en el poder tiene muchas explicaciones, pero la más sólida es la que señala que una mayoría social detestaba la sola idea de volver al pasado. El Presidente debería cuidar esa diferencia que la gente común notó en él, y respetar el orden jerárquico del Estado. No es posible que su hermana, Karina, esté disputando con Santiago Caputo, el hombre fuerte del Gobierno, el control de la política oficial. “No sé si Javier sabe algo que comienza a decirse: que no hay muchos antecedentes en la historia de alguien que tuvo tanto poder en el gobierno como Santiago Caputo con solo un contrato de locación de servicios”, reflexiona un amigo de Milei que lo frecuenta asiduamente. La hipocresía no es un error del que haya que culparlo al Presidente. Al contrario, él se pavonea señalando que les habla a los argentinos con sinceridad, aunque esa sinceridad conlleve promesas antipáticas. Es cierto. La hipocresía es, por ahora, patrimonio del kirchnerismo y de su jefa, Cristina Kirchner. Ella fue la primera en salir a pedir la destitución del exsenador Kueider por corrupto. Kueider era un senador de la Nación y no tenía por qué andar cruzando fronteras con 200.000 dólares en una mochila, haya sido de quien haya sido esa mochila. Lo expulsaron del Senado. ¿La sesión es ilegal porque Villarruel estaba a cargo del Poder Ejecutivo y no podía presidir el Senado? Ridículo. La vicepresidenta no fue notificada formalmente del viaje al exterior del Presidente hasta después de concluida la reunión del Senado y, además, ella ni siquiera vota las decisiones del cuerpo, salvo cuando hay empate. Kueider hubiera sido expulsado del Senado con Villarruel o sin Villarruel. ¿Le es tan difícil a Milei hablar por teléfono con su vicepresidenta para avisarle que se va al exterior? La pregunta más importante es otra: ¿era Cristina la que debía hacer de fiscal de un senador que llegó a uno de los cargos más importantes del Poder Legislativo de la mano de ella? Su pasado y su futuro la desautorizan: Cristina Kirchner tropezará en los próximos días con otra decisión fulminante de la Corte Suprema. El máximo tribunal de justicia del país ordenará que se realice el juicio oral y público por lavado de dinero en Hotesur y Los Sauces, empresas de edificios y de hoteles propiedad de la familia Kirchner. En 2021, Cristina Kirchner, sus hijos Máximo y Florencia; su contador, Víctor Manzanares, y los empresarios Cristóbal López, Fabián de Sousa y Lázaro Báez, entre otros socios más de los Kirchner, fueron increíblemente sobreseídos por un tribunal oral, sin juicio previo. Lo mismo había sucedido con el caso del expediente sobre el memorándum con Irán, denuncia iniciada por el fiscal asesinado Alberto Nisman. Vale la pena detenerse en un juez que decidió en ambos casos: es Daniel Obligado, el mismo magistrado que le otorgó prisión domiciliaria a Amado Boudou (estaba en la cárcel por el caso Ciccone) argumentando que el exvicepresidente debía hacerse cargo de su pareja y de sus hijos cuando arreciaba la pandemia del Covid. El principio de igualdad ante la ley debió entonces dejar libres a todos los presos del país. Después de caer en ese desvarío, Obligado protagonizó el hecho inusual en la Justicia de sobreseer a acusados de delitos penales, Cristina entre ellos, sin que antes hayan pasado por un juicio oral. El lawfare denunciado por la expresidenta existe, pero a favor de ella, no en su contra. Hay poquísimos casos en la historia judicial de sobreseimientos sin juicio previo, pero en esos casos excepcionales existieron hechos nuevos y determinantes que cambiaron la dirección del juicio. Nada nuevo pasó con Cristina.